Gamma Dragon Pt2 Cp8

Gamma Dragon
Parte 2
La joya y la gema

Cap. 8 La admiración de Saggio


El verdadero agotamiento siempre cobra sus víctimas al final. Tal vez una situación estresante es capaz de cegar la incontenible necesidad de descansar, pero con tan solo dejar salir un poco del peso que atormenta al cuerpo, es suficiente para sucumbir ante el sueño, convirtiendo unos cortos minutos en unas horas o viceversa.  

Para Juwel solo fue necesario recargar su cabeza sobre la almohada unos segundos para quedar profundamente dormida. Perdió el control de su mente, sus recuerdos más reciente afloraron contra toda la resistencia que había procurado desde que sucedieron.

Podía ver a los seres feéricos correr a su alrededor para salvar sus vidas, los inmunitas detrás de ellos a pie o a caballo, y el bosque cubierto en llamas. Se veía a sí misma, parada entre el casos y destrucción, completamente inmóvil. Con un destello, Saggio apareció frente a ella, la miró con tristeza y salió corriendo para perderse en la espesura del bosque. Juwel tardó en reaccionar, el chico se encontraba muy lejos cuando comenzó a llamarlo a todo pulmón.

Un terrible terror la invadió. Corrió en su dirección aun llamándolo, sin respuesta. A cada paso que daba se internaba en la oscuridad del bosque, dejando las llamas y los gritos atrás. La oscuridad se volvió más densa envolviéndola; era como perder la vista, pero no se detuvo, continuo avanzando sin que nada se atravesara en su camino.  

Poco a poco, pequeños destellos de luz empezaron a iluminar su alrededor; la oscuridad no desaparecía del todo pero podía distinguir su nuevo medio. Se encontraba en un corredor de piedra de algún castillo o templo. De las paredes colgaban estandartes y pinturas que no lograba distinguir con nitidez. La luz provenía de unas escasas antorchas que iluminaban con un espectral fuego. El suelo era de piedra sólida y  helado; sus pies estaban descalzos. Luego lo sintió en sus manos… corría en cuatro patas sin dificultad.

El corredor parecía no tener fin, pero no le importaba, ya ni siquiera recordaba porque corría.  Por alguna razón, la situación le parecía sumamente divertida, comenzó a reír con fuerza sin poder detenerse. Todo a su alrededor se volvió más nítido, en cada detalle, con excepción del final del corredor, el cual aun estaba cubierto por sombras, pero no le interesaba, no le temía a la oscuridad.

Repentinamente unos grandes ojos rojos brillaron como faros entre las sombras. Juwel se detuvo de golpe. Reconocía esos ojos, pertenecían a algo que si le temía. Poco a poco, dejando la oscuridad, se reveló el resto de la bestia: grande pero delgado, un can de piedra con alas de murciélago.

La gárgola la miró a los ojos y le gruñó.

Fue suficiente para Juwel, aterrada se lanzó al suelo. Esa criatura siempre le daba razones para temerle.

–No… no te acerques Erebo –le dijo con voz temerosa.

Pero la gárgola dio un desafiante paso hacia adelante.

–S-si me haces daño… llamare a tu amo –trató de sonar segura –. ¡Te lo advierto o… o llamare a Lazarus!

Por un momento creyó que el can se detendría, pero percibió la maldad en su mirada (se estremeció temerosa) justo antes que se lanzara contra ella. Aterrorizada, Juwel se dio media vuelta y salió corriendo lo más rápido que le permitieron sus patas, gritando a todo pulmón “Lazarus”.

La gárgola con las zancadas más largas estaba por alcanzarla. Encontró una bifurcación en el pasillo y la siguió, casi cayendo al suelo. Erebo dio la vuelta sin problemas. Juwel echó un vistazo  a su perseguidor sin percatarse que había un obstáculo en su camino; no pudo evitar chocar contra él.

Quien había bloqueado su camino era una persona, alguien que conocía e hizo sentirse segura. Un hombre apuesto de rostro rosado que denotaba calidez, de cabello negro corto, y unos ojos grises que expresaban un poco de frialdad.

–Yo… Erebo… –balbuceó sin aliento al hombre – me per-persiguió… y yo… Lazarus, Lazarus.

El hombre vestido de sotana solo la miró hacia abajo.

–Lazarus… Lazarus… –repitió Juwel entre sueños.

–Juwel –Saggio la sacudió del hombro –. Juwel ¡Despierta!

La joven se alzó sobresaltada.

El corredor desapareció de su mente, de nuevo estaba en la apretada habitación de la posada, y el único que se encontraba delante de ella, era Saggio.

–Fue un sueño –murmuró Juwel para sí.

–Al parecer –le confirmó Saggio con semblante sombrío –. Gritabas “Lazarus”

Juwel no conocía a nadie con ese nombre, pero no pudo evitar sonrojarse al oír a Saggio repetir el nombre.

– ¿La-lazarus? –balbuceó ella –. No conozco a ningún Lazarus.
Saggio la miró a los ojos poniéndola incomoda. El chico no necesitaba leer su mente para descubrir lo que ocurría en su cabeza, su rostro la delataba.  Lo único de lo que no estaba seguro, era porque su amiga llamaba a Lazarus en sueños.

–De verdad, no lo conozco –insistió la chica aun muy roja –; tal vez escuche el nombre antes.

–No me sorprendería –dijo el chico aun pensativo.

– ¿Conoces acaso a alguien con ese nombre?

–No sería mago, si no supiera quién es Lazarus –contestó el chico con desden.

– ¿Eh?

–Lazarus fue un mago –dijo  Saggio sin poder contener su mal humor respecto al tema –. Ha sido uno de los más poderosos que han existido, muchos dirían que fue el mejor… en mi opinión, habido mejores.

>>Él fue quien ayudo a darle vida a Gamma –agregó ante el silencio de Juwel –, además de ser su principal protector. Y falló.

Saggio no pudo evitar rechinar los dientes.

– ¿Tu –dijo Juwel – lo conociste?

–Cada mago lo conoció en alguna de sus vidas, el logró vivir los tres lustres.

–Es obvio tu desagrado…

–Mira, cometió muchos errores. No estaríamos en esta situación, sino fuera por su culpa.

– ¿A qué te refieres?

–El debió proteger a Gamma y en lugar de eso lo dejo en manos de Baltus.

– ¿Qué? –soltó Juwel atónita.

–Baltus fue alumno de Lazarus –dijo Saggio –. Nunca se dio cuenta del peligro, subestimó su poder. Él si era uno de los mejores, muchos lo admiraban aun más que su maestro.

Saggio se perdió mirando la oscuridad de mañana, dejando a su amiga algo preocupada, en especial por el tono de enajenamiento de sus palabras.

–Sabes… –se animó a preguntar –sabes ¿Por qué lo hizo?

– ¿Eh?

– ¿Por qué lo hizo? Si era tan poderoso ¿Para qué matar al dragón?
–No estoy seguro –dijo el chico mirando el suelo.

– ¿Qué fue lo que paso con ellos? ¿Con Lazarus y Baltus?

Saggio alzó la vista a Juwel, esta pudo denotar la tristeza en sus ojos.

–Se mataron mutuamente –contestó el chico –. Solo al final Lazarus se dio cuenta del poder de su alumno.

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